Opus minus

Opus minus

PUENTE OJEA, G., Opus Minor. Una Antología. Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid 2002, pp. 396. (Recensión publicada en PAIDEÍA. Revista de Filosofía y Didáctica Filosófica. Sociedad Española de Profesores de Filosofía, Madrid. nº 63, enero-marzo, 2003. pp. 104-106)

Opus minus, junto con Mi embajada antela Santa Sede (Ed. Foca, 2002), son las dos obras publicadas por Gonzalo Puente Ojea en ese año. Esta segunda obra nos presenta todo el conjunto de documentos, artículos de prensa, cartas oficiales y privadas recopiladas por el autor en torno a su polémica titularidad como primer embajador ateo del Estado español ante el Vaticano entre los años 1985-1987. Opus minus, por su parte, es una obra de mayor calado teórico, a pesar de ser, como reza su subtítulo, una antología de artículos breves, recensiones y entrevistas concedidas por el autor y publicadas a lo largo de los últimos quince años en obras propias o ajenas. No obstante, a pesar de la diversidad de procedencias, a excepción de algún texto inédito, el núcleo central de esta antología lo constituyen dos obras del autor, Elogio del ateísmo (Siglo XXI, 1995) y Ateísmo y religisiodad (Siglo XXI, 1997). El objetivo expreso de Puente Ojea con esta obra es combatir la censura que los poderes dominantes han sometido tanto a sus escritos como a sus apariciones radiofónicas y televisivas; censura cuya ignorancia, fanatismo e intolerancia viene expresada en muchas ocasiones en forma de autocensura “como imperiosa medida de autoprotección de sus intereses” (p. IX), o en forma de malquerencia personal. Más allá de esta intención del autor, la obra supone un regalo más que Puente Ojea nos hace de su itinerario intelectual, un itinerario que, sin hacer concesiones a la mera claudicación en la denuncia de la imposición de las Iglesias en nuestras sociedades (denuncia a la que el autor no renuncia), demuestra que el ateísmo contemporáneo va mucho más lejos que el ateísmo decimonónico de la escuela de la sospecha, dulcificado desde los tamices academicistas en agnosticismo espurio cuando no en dogmatismo antiteísta.

Opus minus se estructura en cinco partes (acompañadas de un prefacio del autor y un índice onomástico): “Preámbulos”, en los que Puente Ojea nos da cuenta de su posición ante temas diversos como el poder de la Iglesia, la Teología de la liberación, el agnosticismo, el ateísmo, la escuela pública, la monarquía o el conflicto vasco, entre otros; “Prólogos” en los que el autor realiza la introducción a obras que investigan los orígenes del cristianismo y  las coordenadas ideológicas del Nuevo Testamento; “Epílogos”, evaluaciones de distintos asuntos que van desde el nacionalcatolicismo o las políticas pontificias al mito del alma; “Críticas” en las que autores como G. Albiac, J.I. Ferreras, J. Navarro Estevan, R. González Salinero y J.J. Tamayo, analizan dos de sus últimas obras: El mito de Cristo y El mito del alma, Ciencia y Religión. Para finalizar, se reproducen cinco entrevistas en las que Puente Ojea es cuestionado sobre temas como su etapa de embajador enla Santa Sede, la situación política actual, la eutanasia o la laicidad en la enseñanza.

Con un rigor y un esfuerzo conceptual digno de elogio, Puente Ojea considera como tesis central que “las formas de la ilusión religiosa giran siempre, en el fondo, en torno a dos ejes: la existencia de almas y la existencia de dioses” (p. 174). Respecto a la primera, “pórtico de la religión y sostén primordial de la visión miticorreligiosa de la realidad” (p. 302), a la luz del conocimiento científico actual, el autor aboga por una clarificación conceptual en el debate entre monismo y dualismo, en el sentido de aclarar el significado polisémico dela antinomia.  Sólosi partimos de esta aclaración podremos entender que la hipótesis del dualismo cuerpo-alma “es la pertinaz supervivencia de una de las invenciones más arcaicas y de mayores consecuencias en la historia de la humanidad”, según la cual “el hombre prehistórico... ideó la hipótesis animista-finalista, que escindió la realidad en un principio corporal o material y un principio animado o volátil, a la vez que proyectaba sobre este último la estructura finalista o teleológica de los actos humanos” (p. 311). Respecto a la existencia de los dioses, una vez creado el universo irreal de almas, “los seres humanos fueron forjando complejas cosmogonías, exuberantes mitologías politeístas y, finalmente, sistemas de deidades supremas locales o generales, confluyentes, en último término, en dioses universales únicos (monoteísmos)” (pp. 311-312). Por lo demás, la aparición del mito de Cristo se encuentra anclada en la ficción teológica que supone la elaboración del Evangelio de Marcos y la posterior construcción mistérico-eclesial por parte de Pablo de Tarso (pp. 193-198).

Frente a las existencias del alma y de los dioses, Puente Ojea contrapone el concepto de conciencia libre como fundamento de toda legislación positiva o natural y de toda  relación ideológica “La conciencia libre significa la facultad especulativa y autorreflexiva de la inteligencia que sólo el ser humano posee en grado supremo..., iluminada por la luz natural de la razón es el único resorte de la insurrección, y su avasallamiento por quienes ejercen el sojuzgamiento de las mentes cuenta hoy con medios inimaginables, todavía a comienzos de este siglo, de tecnología capaz de destruir las raíces de la voluntad de disentir” (p. 154). Consecuencia natural de la conciencia libre es la secularización y la laicidad completa de la vida pública. Como nos dice una vez más Puente Ojea, “la secularización de las instituciones públicas fundada en el principio de laicismo es elemento indispensable de la configuración jurídico-política de toda democracia genuina en el mundo actual” (p. 127). Sólo circunscribiendo lo religioso y lo eclesiástico al ámbito de lo privado podrá la conciencia libre abrir caminos de racionalidad social sin pagar tributos a las mitologías religiosas. En este sentido la libertad religiosa es redundante y superflua, pues se sigue limitando al ámbito de lo religioso en la medida en que establece las reglas de juego de la multiconfesionalidad, como si ésta tuviese el monopolio de la pluralidad ideológica.

En conclusión, Opus minus constituye una excelente introducción a la obra de uno de los pocos pensadores españoles que con valentía, honestidad, coherencia y rigor lógico se atreve a quedar fuera de lo políticamente correcto, a alzar su voz contra la Religión, contra las Iglesias y contra los poderes fácticos, a favor del laicismo y el pensamiento libre. Es precisamente el “rearme de la conciencia laica”, lo que pretende Puente Ojea, el hallazgo de una “voluntad estatal que cree las condiciones institucionales y objetivas para restaurar las condiciones reales de una sociedad secular y pluralista” (p. 102). Puente Ojea contribuye a esto con su sabiduría. A nosotros nos toca hacer uso de ella para seguir construyendo un futuro que, a pesar de todo, permanece abierto.