En el paraíso (II)
La trama financiera en la historia de la Iglesia Católica puede rastrearse desde su propio entramado doctrinal, constituido por la ambigüedad y la bipolaridad en la cuestión del dinero, naturaleza híbrida que queda expresada a partir de la fórmula según la cual la Iglesia de Cristo está en el mundo, con el mundo, pero no es de este mundo. La vida del Papa Calixto I, en el siglo III, es todo un ejemplo de práctica de la usura, a pesar de estar condenada sin paliativos en el Éxodo 22.25, el Levítico 25.35-38, y el Deuteronomio 23.19-21. Precisamente esta naturaleza esquizoide la proporciona el mensaje neotestamentario que conjuga armónicamente un escatologismo inminente con una Iglesia inserta de modo permanente en un mundo duradero e inmediatamente configurada como poder en el concierto político de los poderes, según magistralmente explica Gonzalo Puente Ojea en el prólogo al libro de Rossend Domenech titulado Marcinkus. Las claves secretas de las finanzas del Vaticano. De ese modo, la lógica del beneficio clerical se levanta sobre la realidad fáctica de la organización eclesiástica que devora el mensaje cristiano de amor urdido y pergeñado.
No obstante, si atendemos a la realidad reciente, como prueba ulterior de esa misma hipocresía estructural, puede rastrearse la vocación usurera comenzando por el Instituto para las Obras de Religión -comúnmente conocido como Banco Vaticano- y su vínculo con la entidad católica milanesa Banco Ambrosiano, del que era accionista principal cuando, tras el cambio de regulación financiera en Italia de 1968, comenzó a aflorar todo el lavado y planchado del dinero que provenía del tráfico de heroína de la familia mafiosa Gambino, hecho destacado que puso en alerta tanto a la magistratura milanesa, como a la Federal Bureau of Investigation (FBI). Curiosamente, el único Papa que se interesó por este escándalo, Juan Pablo I, murió treinta y tres días después de hacerse cargo del Pontificado. Este trágico y repentino suceso fue comunicado por el secretario del Banco Vaticano, Paul C. Marcinkus cesado el día anterior, que fue el primero en visitar al Papa ese día a las 6.45h de la mañana. Finalmente, en 1982, nació el Nuevo Banco Ambrosiano que pagó las deudas contraídas por su predecesor a causa de una autodeclarada responsabilidad moral. De nuevo hoy, entre las razones que se apuntan sobre la dimisión de Benedicto XVI se encuentran las finanzas vaticanas. De hecho, su última decisión como Papa fue nombrar un nuevo responsable del Banco Vaticano, el barón Ernst Von Freyberg.
Desde el ámbito español el panorama se presenta como un vergel clerico-bancario antes, y sobre todo después, de 1939. Al fin y al cabo para algo lograron una victoriosa cruzada de salvación. Conocido es el vínculo entre el Banco Popular y el Opus Dei, especialmente en la etapa de dos insignes numerarios, Luis Valls, presidente desde 1972 hasta 2004 y Rafael Termes consejero delegado desde 1966 a 1977, año en el que fue elegido presidente de la Asociación Española de Banca, hasta 1990. A esto hay que añadir la participación de la Iglesia católica, con el Arzobispado de Valladolid a la cabeza, en las inversiones especulativas de Gescartera, que supuso una estafa de 120 millones de euros o entidades fundadas por la Iglesia católica como CajaSur en Córdoba, Caja de la Inmaculada de Aragón (CAI) en Zaragoza y Cajacírculo en Burgos; sin olvidar otras entidades como la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), resultado histórico de la fusión de Cajas como el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy, la Caja de Ahorros de nuestra Señora de los Dolores de Crevillente, la Caja de Ahorros de Nuestra Señora de Monserrate de Orihuela o la Caja de Ahorros del Sindicato Católico Agrario de Yecla.
Por detenernos en las tres entidades financieras vinculadas directamente con la Iglesia católica, CajaSur, asidua a las fiestas del ladrillo, fue intervenida por el Banco de España en mayo de 2010 a petición de su presidente, el sacerdote Santiago Gómez Sierra, debido a sus deudas que superaban los 850 millones de euros y ante la posibilidad de fusionarse con Unicaja con el fin de constituir la mayor Caja andaluza y la sexta entidad financiera de España. Proviene de la fusión en 1995 entre el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, entidad católica fundada en 1864, y la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba vinculada a la Diputación. Fue comprada en julio de 2010 por Bilbao Bizkaia Kutxa. Por su parte, la CAI, junto con Cajacírculo, además de Caja Badajoz, constituyen desde 2011 el Grupo Caja3. CAI se fundó en 1905 por la Acción Social Católica de Zaragoza y, Cajacírculo, fue constituida por el consejo de gobierno del Círculo Católico de Obreros de Burgos a instancias del arzobispo de Burgos en 1908.
Como explicaba Rafael Termes en el libro de su patrocinio Capitalismo y cultura cristiana, el problema del capitalismo no es su sistema económico sino su sistema ético-cultural. En esa creencia vive y ha vivido la estructura de poder de la Iglesia católica, del mismo modo que Agustín de Tagaste explicaba en La Ciudad de Dios, la devastación de Roma por parte de las tropas de Alarico en el 410. La causa del saqueo no era la decadencia del Imperio, sino su distancia de la fe en Cristo, es decir, el problema de la crisis económica no es el capitalismo en sí, sino su distancia de la Iglesia. Esta lógica torticera, que crea víctimas propiciatorias para sus propios pecados, que legitima y santifica la avaricia siempre que conduzca al reino de Dios, bendice hoy como siempre al dinero en su desprecio de la libertad y de la vida humana. La situación económica que padecemos lo evidencia. De hecho, la Iglesia católica no se ha manifestado contra la miseria provocada a millones de personas, como sí lo hace contra el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual, el divorcio, los anticonceptivos o la Educación para la Ciudadanía, movilizando para ello toda su fuerza social y mediática. Por fortuna, la confesión, el arrepentimiento diario y la absolución sacerdotal la redime de su contribución al genocidio económico.