De siervos y macacos

De siervos y macacos

I

Quién celebra las intervenciones del Papa Francisco, contrapuestas sensiblemente a las aserciones de sus inmediatos predecesores en la forma de exposición del vínculo entre el dogma y el espacio público plural, tan sólo evidencia la caducidad y, probablemente, el padecimiento propio de la política eclesiástica, pastoral o teológica romana precedente.

En el cronograma clerical, de vocación macrofísica, el Papa Francisco no es más que el maestro de ceremonias de los juegos florales en un marco mediático líquido y gaseoso como la Cola-Cola, que requiere de ciclos cambiantes para contemporaneizar con el caballo de la secularización a la espera de “tiempos mejores”.

Una prueba es la asepsia con la que Jorge Mario Bergoglio, por referirnos a la persona que hay detrás del personaje, se ha referido a la beatificación de 522 denominados “mártires” de la Guerra Civil española de hace unos días en Zaragoza. Bendecir la “cruzada” es lo que hace Bergoglio que, como argentino de su generación sabe lo que es nadar y guardar la ropa con el ultramontanismo católico victimista, asesino y vengativo. No soporta la comparación con Papas como Juan XXIII o Pablo VI que se negaron a permitir semejantes actos de ignominia respecto a una Iglesia, la española, que contribuyó de forma decisiva no sólo al levantamiento militar del 36, o a la declaración de la Guerra, sino que participó de forma activa en torturas y fusilamientos –incluyendo a católicos demócratas y republicanos–, en el robo de niños y en la reeducación nacionalcatólica de toda una sociedad durante décadas que aún pretende continuar.

II

Es propio de macacos, aquejados de alguna patología mental crónica, asistir a la Asamblea General de la ONU, verse obligado a hacer un discurso internacionalista y hablar del trasnochado colonialismo que, “en pleno siglo XXI”, mantiene un Gibraltar inglés. Sin duda, hemos olvidado el dislate del franquismo de los sesenta que utilizó Gibraltar para distracción de los problemas internos, porque este sigue siendo el programa de la política diplomática española. Aunque, peor aún, hemos pasado de forma inadvertida por nuestras “plazas en África”, por no hablar del independentismo canario, que haberlo “haylo”. ¿Qué opinarán en Marruecos de estas palabras del presidente del Gobierno del país al que pertenecen Ceuta y Melilla?

Propio de macacos es también asistir a la última cumbre Iberoamericana en Panamá y ofrecer el país que se preside a los empresarios latinoamericanos para sus inversiones. ¿Se refiere, señor presidente, a los mismos países de los que España ha traído inmigración como mano de obra servil con la que nutrir la burbuja inmobiliaria? ¿Se refiere, señor presidente, a los mismos países para los que exige a sus habitantes visado para visitar España? Oh, países hermanos… cuando conviene en el limitado concierto internacional español. Hay que ver para lo que dan tres siglos de colonialismo. Los árabes estuvieron bastantes más, nos dejaron buena parte de lo que somos y siguen siendo calificados como “moros peligrosos” que no paran de hablar de al-Andalus como la casa añorada. Menudos imaginarios maniqueos y fanáticos.

III

Los siervos y los macacos no son patrimonio de la derecha. Que nadie interprete un dulce y melódico mester de progresía. El siervo de los siervos es, al fin, una pieza más del engranaje del poder. Al igual que el macaco. Es el poder el gran generador de adoctrinamiento social, incapaz de permitir la libertad de pensamiento. La autoconservación y el miedo se disputan ser las causas. La libertad de la conciencia debe ser secuestrada por múltiples vías. Vaya a ser que siervos y macacos muestren su desnudez y su vulnerabilidad y ya no nos dejemos someter.